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Arnaldo, un taxista como muchos otros que trabajaba diariamente para llevar el sustento a su casa, finalizaba su día laboral y estaba listo para irse a casa, cuando de repente se encontró en su camino a una bella mujer que le hizo la parada. Él se encontraba separado de su esposa desde hacía algún tiempo, por lo que decidió detenerse y preguntar hacia dónde se dirigía; la hermosa señorita le solicitó llevarla a los mejores lugares de la ciudad prometiéndole que sería recompensado, así es que Arnoldo no dudó y aceptó la propuesta. Ya lista para subirse al auto, la mujer le pidió que le abriera la puerta, pues ella no podía tocarla y un tanto confundido, el chofer siguió la orden.
Los mejores lugares de la ciudad fueron visitados por el taxista y su bella cliente, quien le comentó que ese día era su cumpleaños y que cada año solía salir a pasear por la noche para celebrar tan especial día.
Deleitado con tanta belleza, a Arnoldo no le importó permanecer toda la noche despierto, y fue hasta que la bella mujer le pidió regresar al lugar de origen que él emocionado por el dinero que recibiría accedió de inmediato a llevarla.
Pocos minutos tardaron en llegar al lugar, por lo que la señorita se despidió y agradeció el viaje, Arnoldo le recordó lo pactado en cuanto al pago y ella le solicitó pasar a su casa el día siguiente en donde se le liquidaría la cuota; y aunque un poco molesto, él comprendió la situación y aceptó.
– Mi dirección es Calle de las Rosas 13-66
La mujer se alejó y cuando Arnoldo volteó, ella ya no se encontraba, la escena ocurrió afuera de un cementerio…
Al día siguiente, el taxista acudió a la dirección mencionada en donde una señora abrió la puerta y al explicarle la situación, ella negó que alguien hubiera salido la noche anterior; Arnoldo insistió y la señora lo hizo pasar a su casa en donde él pudo observar un retrato en donde su bella acompañante aparecía.
Confirmando quién había sido, la señora se puso a llorar explicando que era su hija y que había fallecido tres años antes en un accidente de tráfico, justo el día de su cumpleaños, el pobre Arnoldo, sin poder gesticular palabra, de inmediato salió de ahí.
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